Es preciso comprender todo el alcance de la fe. Creer es nada más y nada menos que acostumbrarse a amar, comprometerse siempre más, compartirlo todo por amor a Cristo: hasta mi vida, mi sangre (,por qué no? -en un centro de transfusión), mi tiempo, mi dinero, mi cultura, mis diversiones, mi casa, mi comida, mi alegría, mi amistad, mi debilidad, mis fuerzas, mis proyectos, mi ideal, mis esperanzas, mi esperanza cristiana, mi voluntad de creer, a pesar de todo, contra todo, en la salvación infalible del hombre y del mundo por Cristo. Yo digo que soy creyente; ¿en qué se nota mis creencias? ¿mi dependencia de Dios? ¿Quién es Dios para mí: un ser abstracto o un ser personal, tri-personal? ¿Un Dios que no se preocupa de mí o, por el contrario, un Dios que piensa en mí y que me ama? A veces oigo decir por ahí que cada uno debe ser religioso "a su manera"; pero, si tengo fe en que Dios ha hablado, ¿cómo puedo ser religioso a mi manera y no a la manera como Dios me ha dicho que debo serlo?
"La fe, si no tiene obras, está realmente muerta" (Sant, 2, 17.) Las promesas hechas al Señor, si no llegan a ser realidades, de nada nos sirven. Mal hace el que promete y no cumple; peor hace el que ni siquiera promete; solamente el que cumple lo prometido es el que se hace digno del premio. Si Cristo cuenta contigo, no lo defraudes.
