Aquí tienes tres metas, que puedes proponerte para tu acción diaria; luego no me digas que no sabes qué hacer, cuando te propones hacer algo bueno: no enojarte, no enojar a los otros, deshacer los enojos de los demás. No enojarte tú por pequeñas o grandes cosas, por sucesos sin relieve o de proporciones llamativas; no enojarte con tus familiares y no enojarte con los que te rodean en el trabajo, o con las personas con las que diariamente debes encontrarte y tratar. No hacer enojar a los otros: no darles motivo de enojo, de disgusto; no hacer lo que sabes que a ellos les disgusta o les puede ser causa de enojo; no ponerles en tales circunstancias, que ellos deban hacer esfuerzos para conservar su calma interior. Deshacer los enojos de los demás: cuando veas que alguien está impaciente, ponle un poco de tu paciencia; cuando alguien necesita ser calmado, dale tu palabra de paz y serenidad; cuando alguno se extralimita en sus apreciaciones o expresiones o actitudes, pon tú la cuota de serenidad, de calma, de paz y de amor. Tres metas: magnífico plan de acción apostólica.
"Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán en herencia la tierra" (Mat, 5, 4). "Aprended de Mí que soy manso y humilde de corazón y hallaréis descanso para vuestras almas" (Mt, 11, 29).