"Yo te conjuro en presencia de Dios, de Cristo Jesús y de los ángeles escogidos, que observes estas recomendaciones, sin dejarte llevar de favoritismos ni favoritismos." (1 Tim 5,21)
Eliminar los prejuicios es una de las mayores metas del ser humano que se dice cristiano y seguidor del verdadero Dios. Prejuicios que traemos desde que fuimos formados en el vientre materno, fruto de ideas que inculcaron en nuestra mente, fruto de traumas que sufrimos en la infancia. Todo ello puede ser lavado en la sangre de Jesús, puede ser purificado en la fuerza del Espíritu Santo de Dios. Si queremos ver verdaderos católicos, eliminamos esto de nuestra existencia. El verdadero distintivo por el cual seremos reconocidos será el amor: sin prejuicio, sin preferencias o parcialidades, pleno de justicia para con los más desheredados y necesitados.